Ach net Närrich
(Ni loco)
Por el año 1900 y
pico, vivía en una de las colonias un paisano alemán que luego de arrear
hacienda por esos caminos de Dios, y habiendo quedado sin trabajo no podía
encontrar ocupación alguna. Su difícil situación no hallaba remedio y entonces
decidió dirigirse a la
Capital Federal con el propósito de ganarse unos pesos. A
poco de bajar del tren alguien lo encaminó a una agencia de colocaciones, donde
expuso, en un castellano plagado de palabras en dialecto, su deseo:
-Vengo a buscar un
empleo…
-¿De qué clase?
–le preguntó al alemán el encargado de la agencia.
-De cualquiera…
-¿Le vendría de
jardinero?
-¿Dejar dinero?
–entendió el alemán-. ¡Ach net Närrich! (Ni loco)… ¡Si lo que ando buscando es
el modo de conseguirlo!
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Discusión después de un casamiento…
Cuentan en los bares de las colonias que una madrugada de invierno de
1940 regresan dos borrachos a sus hogares, después de haber bebido hasta más no
poder en un casamiento que ya llevaba tres días de jolgorio. Uno se llamaba
Joseph y el otro, Hans. Caminaban en zigzag, extraviados en la neblina del
alcohol.
Hans se aferra a un poste y mira hacia el cielo.
-Mirá, esa es la luna –afirma.
-¡No! Ese es el sol –lo corrige Joseph.
-¡Pero no hombre!, esa es la luna –insiste Hans con voz pastosa y ánimo
contrariado.
-¡Te digo que no! –se mantiene firme en su opinión Joseph mientras se
sienta, colocando la palma de la mano en forma de visera para escrutar el cielo
con más precisión. –¡Ese es el sol!
La discusión continúa hasta que deciden preguntarle a otro borracho
que, igual que ellos, vuelve del mismo casamiento.
El borracho mira hacia el cielo. Analiza la pregunta. Piensa,
reflexiona, y finalmente contesta:
-No sé, no soy de esta colonia.
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Mejor
no hacer preguntas
Un colono ebrio hasta la locura, llora una pena de amor imposible,
sentado en una de las esquinas de la calle ancha de la colonia. Llega corriendo
el oficial de policía de la localidad, agitado y sudado por el esfuerzo
realizado, y le pregunta imperioso, con el revólver en la mano:
-¿Viste a un tipo doblar la esquina?
El borracho lo mira. Se seca las lágrimas con el torso de la mano,
suspira hondo, se concentra increíblemente, para responder:
-No sé... cuando llegué, la esquina ya estaba doblada.
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