
El
sacristán echa a volar las campanas de la torre de la iglesia llamando a misa.
El sacerdote se apresta en la sacristía. Los monaguillos preparan sus
enseres. Las velas del altar arden. Doña
Agüeda reza el rosario sentada en el primer banco, junto a Doña Ana, ataviadas
de negro, las cabezas cubiertas con un pañuelo del mismo color, y las miradas
fijas en Jesucristo.
En
el campo, los hombres labran la tierra bajo un cielo estrellado de gaviotas.
Abren surcos en la tierra virgen para sembrar trigo. El trigo que florecerá en
espigas de harina, pan y hostias.
Y
en la inmensidad, los ojos de Dios velando a su pueblo: inmigrantes peregrinos
que llegaron de allende el Volga para hacer fructificar el suelo argentino.
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