
Transcurriendo la
historia de la humanidad, el hombre se volvió un ser sedentario. Comenzaron los
asentamientos en grupo, luego en colonias, pueblos, ciudades… y paulatinamente
el hombre fue perfeccionando sus maneras de producir alimentos.
Así pasamos por diferentes
etapas hasta llegar a la Edad Media, dónde toman cohesión definitiva muchas de
las costumbres y tradiciones que hoy conforman el legado cultural que nos
dejaron nuestros queridos abuelos, que llegaron de allá lejos, allende el mar.
Es en la Edad Media
donde las familias comienzan a aglutinarse alrededor del rito de la matanza de
animales para la producción de alimentos que sean susceptibles de conservar
durante el largo y frío invierno en Alemania, donde la producción agrícola, por
aquellos años, se volvía casi nula. Una experiencia que luego también se
repitió en las aldeas fundadas a orillas del río Volga, en Rusia. Donde la
soledad de la estepa, la lejanía de la madre patria, un sentido amplio de
familia y de comunidad, hizo que este modo de producción de alimentos se
transformara en una tradición altamente afectiva y ligada a la cultura e
identidad de los alemanes del Volga. Que luego trajeron consigo a la República
Argentina.
La carneada es una
fiesta, la fiesta de la familia grande, en la que se reúnen para trabajar
abuelos, padres, hijos, nietos, hermanos, tíos, vecinos… todos aportando no
solamente mano de obra sino alegría. Una alegría que se acompaña con música y
el sonido de un acordeón. Y que se prolonga por varios días.
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