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lunes, 15 de abril de 2024

Tostando semillas de girasol para las noches en familia

Era costumbre en las aldeas que las abuelas tostaran semillas de girasol en el horno de la cocina a leña para que los integrantes de la familia las tomaran a manos llenas de la fuente y las metieran en los bolsillos para comerlas durante el día, era todo un arte meter una semilla en la boca, partirla en dos con los dientes y mientras se escupía la cáscara, masticar la pepita para luego tragarla con deleite. Había quienes
eran sumamente veloces haciendo esto.
Pero la tradición no terminaba ahí, porque en las aldeas de antaño era costumbre que las abuelas llevaran una de estas fuentes cuando, durante las noches, después de cenar, iban de visita a la casa de un familiar o amigo. Allí, mientras la fuente iba pasando de mano en mano para que cada uno retirara un puñadito de semillas, los que estaban reunidos conversaban de temas que hacían a la vida cotidiana. Las mujeres hablaban sobre sus labores diarias, compartían confidencias, algún rumor sobre un nuevo noviazgo o embarazo, mientras los hombres dialogaban sobre temas que concernían a sus labores rurales, la marcha de la arada, los nacimientos de los terneros, la futura cosecha y, por qué no, también opinaban tangencialmente sobre algún rumor que les interesaba.
Los niños, sin poder participar de las conversaciones de los adultos, estaban en lo suyo. Si era verano, en el patio jugando juegos tradicionales y cometiendo travesuras sin que los adultos se enteraran. Si era invierno, todos en la cocina jugando a la payana o a otro juego típico de la época, pero sin armar demasiado alboroto, porque sabían que si lo hacían la reprimenda iba a ser severa.

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