Por Marta Pasgal Folmer
Aprendí de ti lo mejor, papá:
perseverancia, honradez, amor.
Con la frente bien altiva.
¡Trabajando siempre... con tesón!
Aprendí de tu honradez, tu respeto,
tu valor, tus respuestas a mis dudas.
Con tus bellos ojos verdes...
tu mirada penetrante y amorosa.
Y poco a poco, a paso lento,
con tu temple,
fuiste dejando un vacío
en mi triste corazón...
Sabiendo tú, que quedarías dormido.
No pudiendo yo intentar
haberte retenido. ¡Cuánto aprendí de ti!
¡Ay! ¡Mi viejo querido!
Respeté tus canas, siempre te di abrigo...
Aprendí tu enseñanza... la cual,
a otros, le he ofrecido.
¡¡¡Que falta me haces, mi viejo,
mi viejo querido!!!!
Tus sabios consejos
de siempre... Fuiste mi delirio.
Te llevo en mi alma...
siempre conmigo.
Lo aprendido de ti, papá,
nunca lo olvido.
Por siempre serás mi viejo.
Mi padre adorado y querido.
Y yo, seguiré siendo tu niña,
la que aprendió tus consejos,
aquella que ya hoy ha crecido.
¡Te adoro aunque ya no estés!
perseverancia, honradez, amor.
Con la frente bien altiva.
¡Trabajando siempre... con tesón!
Aprendí de tu honradez, tu respeto,
tu valor, tus respuestas a mis dudas.
Con tus bellos ojos verdes...
tu mirada penetrante y amorosa.
Y poco a poco, a paso lento,
con tu temple,
fuiste dejando un vacío
en mi triste corazón...
Sabiendo tú, que quedarías dormido.
No pudiendo yo intentar
haberte retenido. ¡Cuánto aprendí de ti!
¡Ay! ¡Mi viejo querido!
Respeté tus canas, siempre te di abrigo...
Aprendí tu enseñanza... la cual,
a otros, le he ofrecido.
¡¡¡Que falta me haces, mi viejo,
mi viejo querido!!!!
Tus sabios consejos
de siempre... Fuiste mi delirio.
Te llevo en mi alma...
siempre conmigo.
Lo aprendido de ti, papá,
nunca lo olvido.
Por siempre serás mi viejo.
Mi padre adorado y querido.
Y yo, seguiré siendo tu niña,
la que aprendió tus consejos,
aquella que ya hoy ha crecido.
¡Te adoro aunque ya no estés!