
La mañana se despereza y bosteza en una brisa que pasa y se pierde en
la vastedad de la pampa. En su agitar de alas acaricia los trigales, meciendo
sus rubias cabecitas de oro llenas de granos que el molinero transformará en harina y el panadero
en pan.
El cielo es un lienzo azul donde Dios dibuja una bandada de pájaros:
gorriones y tordos que en una estela de puntos oscuros, se diluye en el
horizonte. Unas nubes que pasan parecen siluetas blancas de formas varias.
Esbozos que perfilan el escenario donde se proyecta una casita de adobe, un
horno de barro exhalando humo, un molino, algunas vacas, una veintena de ovejas
y un perro celoso cuidándolas; una mujer desmalezando su jardín y un labrador
trabajando la tierra con un arado.
Un cuadro de la Argentina naciendo al mundo: una familia de colonos
alemanes del Volga recién inmigrados al país a fines del siglo XIX colonizando
la pampa virgen, ese inmenso trozo de suelo donde en el futuro brillará el
nombre de una ciudad, Coronel Suárez, y el de tres pueblos: Santa Trinidad, San
José y Santa María.
Bellísimo como todo lo tuyo Julio César, muy poético, muy real, cuánto sacrificio de los inmigrantes, qué hermoso sería que volvieran los barcos llenos de gente que nos llenara de trigo la pampa... como antes.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sheena, por tus generosas palabras y tu mensaje, tan entrañable y lleno de afecto.
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