Una cocina leña, una
pava grande, una cacerola, bosta de vaca alimentando el fuego, el amor de madre
y su voz arrullando las horas con su Tros-Tros-Trillie.
Una ventana pequeña.
Una cortina blanca. Un cielo azul como los ojos de papá. Un sol de amanecer
iluminando las almas. Y el amor de mi padre ordeñando las vacas.
Recuerdos de mi niñez
que surgen en esta hora postrera, anciano ya, en que miro atrás, buscando el
cariño y las vivencias que el tiempo dejó en el pasado.
Nada volvió a ser
igual, ni lo será. Mis nietos no hablan el idioma. Tampoco saben nada de
aquello. ¡Qué triste futuro espera a quienes olvidan sus raíces!
(Autor: Julio César
Melchior)
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