Por Lucila
Tosolino
De la
Redacción de UNO
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Positiva.
Realizó la Primaria
con la ayuda de sus compañeras,
en la Secundaria la
operaron,
se recuperó y decidió ingresar
a la Facultad.
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Yanina
Gabriela Michel, de 31 años, vive en Villa Elisa. Padece una atrofia muscular
espinal desde que nació . Ahora está a una materia de conseguir el título de
abogada en la UNL
En la vida hay
personas que dejan huellas por cosas que hacen e impactan en la sociedad.
Alguna veces son
logros científicos o deportivos; pero hay casos que se trata de una superación
personal, como es la historia de vida de Yanina Gabriela Michel, de 31 años,
quien se topó con varios obstáculos y logró superarlos, cayó varias veces y se
pudo volver a levantar.
Yanina nació en
Villa Mantero, a unos 50 kilómetros de Concepción del Uruguay, y a los siete
meses de vida le diagnosticaron atrofia muscular espinal, tipo II.
Durante los
siguientes 30 años de su vida, ella y sus padres, le hicieron frente a la
enfermedad y hoy está a una materia de recibirse de abogada en la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
La historia de vida
de Yanina llegó a las manos de ALPI, una asociación civil sin fines de lucro
que se dedica a la rehabilitación de personas con discapacidad motriz, y ellos
seleccionaron a la mujer de Villa Mantero que desde 2002 vive en Villa Elisa, como
una de los 10 Héroes Reales de todo el país, otorgándole el Premio Bienal 2015
de ALPI.
Elegida
En
diálogo con UNO, Yanina explicó que este reconocimiento le da una alegría
muy grande: “Estoy muy contenta. Saber que soy una de los 10 ganadores del premio
que otorga ALPI cada dos años me enorgullece mucho”.
El
reconocimiento que da ALPI es para personas con discapacidad física que con
esfuerzo y superación personal han logrado diferentes objetivos.
La
mujer de 31 años relató que en 2013 participó de los premios ALPI pero no ganó.
“Pero este año sí gané y estoy muy feliz. Ahora estoy esperando que en marzo
venga a Villa Elisa un equipo de ALPI porque van a grabar una jornada de mi
vida y luego me voy a Buenos Aires con mi prima, Jessica Schaaf, para que me
otorguen el premio”, contó Yanina y agregó que la entrega de premios se hará en
el Hotel Hilton en donde le darán una medalla, un diploma y 10.000 pesos.
Respecto
a cómo es la selección de los ganadores dijo que “uno tiene que comunicarse con
la gente de ALPI y contarles la historia de vida. Dar detalles de qué hace y
qué le interesa hacer. Es importante que el ganador esté inserto en la sociedad
y tenga un compromiso”.
Una historia en primera persona
Yanina
se desplaza en silla de ruedas motorizada, debido a su patología, y trata de
desarrollar una vida de máxima independencia a pesar de que requiere de
asistencia permanente porque tiene muy poca fuerzas por lo que realiza mínimos
movimientos en brazos y manos.
Sobre
cómo comenzó la batalla diaria con su enfermedad ella relató: “Todo empezó a
los 7 meses de vida cuando me diagnosticaron atrofia muscular espinal, una
enfermedad genética neuronal caracterizada por la pérdida del músculo
esquelético, causada por la progresiva degeneración de las células del asta
anterior de la médula espinal, y a consecuencia de esto al tener un año de
vida, las posibilidades de seguir con vida, según criterios médicos, eran muy
pocas. Los doctores afirmaban que no podría seguir viviendo debido a que la
enfermedad estaba avanzando muy rápidamente y terminaría debilitando mi sistema
respiratorio y muriendo por asfixia”.
En
ese momento sus padres tomaron una decisión clave y decidieron hacer un gran
esfuerzo económico. “Como mi estado de salud era cada vez más delicado, mis
padres decidieron comenzar un tratamiento de medicina alternativa de
celuloterapia, inyecciones de células embrionarias de origen animal”, explicó
Yanina.
El
tratamiento implicó para sus padres un gran sacrificio económico porque el
tratamiento era caro y tenían que viajar periódicamente a Buenos Aires para
acompañarla.
“Después
de algún tiempo, el tratamiento, comenzó a dar resultados favorables y así fue
como lentamente fui mejorando, y se hacía notorio porque estaba físicamente
mejor ya que podía quedarme sentada sin caerme por ejemplo”.
La
joven detalló que durante su niñez tuvo que realizar de manera intensiva
sesiones de kinesiología, debía seguir con el tratamiento de celulotrerapía y
usar elementos ortopédicos.
“A
pesar de necesitar asistencia permanente para todos los actos elementales,
traté de desarrollar una vida lo más normal posible. Así que comencé mis
estudios primarios y utilizaba, para poder desplazarme, una silla de ruedas no
motorizada, por lo cual necesitaba de la ayuda de mis compañeros de clase, no
solo para salir a los recreos, sino que ellos también me ayudaban para
organizar mis útiles de estudio y estaban siempre conmigo. Logré finalizar mis
estudios superando diversos obstáculos, y el premio de esta etapa de mi vida
fue cuando recibí la bandera en séptimo grado. Fue un orgullo para todos”,
apuntó
“Cuando
ingresé al colegio secundario, seguía teniendo los mismos amigos de la
primaria, lo cual fue muy ventajoso para mí, por su compañerismo, pero además
ya utilizaba una silla de ruedas motorizada, que me había otorgado el
Ministerio de la Nación, lo cual favoreció significativamente mi
independencia”.
La recaída
Señaló
que cuando empezó a cursar el segundo año del secundario comenzaron los
problemas: “Empecé a sufrir severos problemas respiratorios y tuve que
abandonar el cursado regular en clases, porque necesitaba usar oxígeno. Con el
objetivo de no perder el año escolar, rendía libre los exámenes, cada vez que
había mesa examinadora, gracias a que el rector del colegio me brindó la
posibilidad de hacerlo bajo esa modalidad. Logré mi objetivo”.
La
futura abogada prosiguió con su historia: “En enero de 1998, enfrenté una
intervención quirúrgica de columna en el Hospital Garrahan de Buenos Aires. La
operación tenía un riesgo del 70% de probabilidad de no superarla. Según la
perspectiva de los cirujanos, podía llegar a estar tres meses en Terapia
intensiva para mi recuperación, pero como soy una persona de mucha fe solo
necesité de una semana y media de internación y en sala común y luego pude
regresar a mi casa”.
Casi
sin perder tiempo, al año siguiente de la operación, pudo volver al colegio y,
además, empezó a cursar inglés en una academia particular. “En este tiempo
realicé más sesiones de kinesiología en ALPI. Viajé a Buenos Aires una vez a la
semana, durante un año para hacer la rehabilitación, siempre viaje en colectivo,
porque mi padre no podía llevarme en auto. En el colegio me justificaban las
faltas por los viajes. Así que después que terminé en ALPI, hice kinesiología
en el agua de un club de Concepción del Uruguay”, contó y agregó que en el año
2000 terminó la escuela secundaria y por tener el mejor promedio fue nuevamente
abanderada.
“Luego
de terminar la escuela tuve que decidirme por una carrera universitaria y elegí
Abogacía, pero la facultad que tenía más cerca estaba a unos 50 kilómetros en
Concepción del Uruguay. Es privada y mis padres no podían pagarme los estudios,
así que decidí inscribirme en la UNL, pero como no podía quedarme a vivir en
Santa Fe, decidí estudiar en mi casa y rendir los exámenes libres y solo cursé
cuatro materias que eran obligatorias”.
Recuperación
“En
2002 me mudé con mi familia a Villa Elisa y ahí conocí a una joven abogada,
recibida de la UNL, quien estuvo dispuesta a ayudarme con las materias porque
me era muy difícil sola”, dijo Yanina al tiempo que explicó que una vez en
Villa Elisa su padre murió y su madre enfermó gravemente de la columna.
La
ganadora del Premio Bienal 2015 de ALPI expresó que este año su propósito es
recibirse de abogada luego de rendir en marzo la última materia que le queda:
Derecho Internacional Privado. “La práctica profesional la hice en el Juzgado
de Faltas de la Municipalidad de Villa Elisa, lo cual es muy bueno porque
modificaron el edificio a fin de hacerlo accesible para que entren personas
discapacitadas”.
Ahora
tiene otra meta más, quiere y sueña con que su título sea un instrumento al
servicio de las personas con discapacidad: “Amo ser una guerrera de los
derechos y beneficios que nos corresponden en esta sociedad y que tantas veces
son vulnerados, lesionados y desconocidos con total arbitrariedad. Hace cuatro
años que integro, como secretaria, la comisión directiva de la asociación civil
sin fines de lucro: Hogar rural de Villa Elisa: Camino a la Integración,
cuyo objetivo es realizar distintos tipos de actividades con personas con
discapacidad de cualquier tipo”.
La institución
ALPI
es una asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la rehabilitación de
personas con discapacidad motriz. Ayuda en el proceso de rehabilitación de
niños, jóvenes y adultos que sufren algún tipo de deficiencia motora por
enfermedad o accidente.
En
sus 72 años de vida, más de 2.500.000 personas han sido beneficiadas por este
centro de salud y educación, ya que cuenta con la Escuela de Altos Estudios,
donde se dictan las carreras terciarias: Enfermería Profesional, Técnico
Superior en Instrumentación Quirúrgica, Analista en Administración de Empresas
y Analista de Sistemas de Información.
Para
destacar y reconocer a estos niños, jóvenes y adultos, ALPI organiza un premio
especial cada dos años al reconocimiento de una labor destacada por el
esfuerzo, la superación personal y la inserción social de quienes hayan tenido
que enfrentar una discapacidad motriz.
El
premio consiste en una medalla, un diploma especial otorgando el título de
Héroes ALPI, 10.000 pesos y la reproducción de un vídeo sobre la historia de
vida como motivación para quienes enfrentan la misma situación.
ALPI
creó este premio con el objetivo de concientizar y promover la inclusión de
personas con discapacidad en diferentes ámbitos. A través de este
reconocimiento, se dan a conocer diez historias de vida, cuyo proceso de
rehabilitación les permitió superar las barreras sociales. Tanto así, que estos
potenciaron sus vidas aportando de alguna forma a una misión especial,
realmente inspiradora.