
-Sí! -respondió la nieta
entusiasmada. Así aprendo a cocinarlos. Mamá nunca me deja entrar a la cocina
cuando está cocinando porque dice que mi función en la casa es estudiar y
recibirme.
-¡Y tiene razón! -agrega la
abuela. Tenés que estudiar para ser una buena médica.
-Pero las médicas también cocinan
-opinó la nieta. O caso las médicas no comen, abuela?
-Sí, Camila, comen; pero tienen
empleadas que les preparan la comida.
-Pero yo quiero aprender las
recetas alemanas. En las grandes ciudades nadie las sabe cocinar. Y en las
colonias, a veces también pasa, porque nuestras madres no nos enseñan a cocinar
desde chicas como hicieron ustedes, abuela, con ellas.
-Era otra época, Camila. Tenían que
aprender obligadas porque tenían que salir a trabajar desde muy pequeñas. Tu
mamá empezó a trabajar a los doce años. Probrecita! Con tu abuelo tuvimos trece
hijos y dos fallecidos. Había que alimentar a tanta gente. Hoy las cosas
cambiaron: todos tienen solamente uno o dos hijos, entonces todo se vuelve más
sencillo. Los pueden mandar a estudiar. Algo imposible para tu madre. Ninguno
de tus tíos pudo terminar la primaria. Todos tuvieron que salir a trabajar al
campo. Tu abuelo murió muy joven y eso lo hizo todo aún más difícil. Pero
dejemos eso, es historia pasada -se interrumpió abuela. Vamos a cocinar
Wickelnudel? Sí? Bueno, vos andá preparando unos ricos mates, así no te aburrís
mientras mirás.
La nieta obedeció. Fue a la
alacena, sacó la yerba, el mate y todo lo necesario para prepararlo.
La abuela limpió la mesa de
madera y sobre una tabla de madera empezó a cortar un pequeño corte de carne en
trozos, después pico una cebolla, dos zanahorias y tres papas.
-Esto, y algunas cositas más, es
para el estofado donde se van a cocinar los Wickelnudel. Ah! También hay que
salar y condimentar bien para que la salsita salga rica. Todo esto lo ponemos a
rehogar en una olla con unos chorros de aceite, sobre la cocina a leña. Y lo
dejamos ahí, revolviendo de vez en cuando.
-Pero, abuela, no estás diciendo
las proporciones.¿ Cuánto de carne?¿Cuántas zanahorias?
-Más o menos, medio kilo de
carne. Si tenés menos no importa. Hay que saber arreglárselas como lo hacían
nuestros antepasados, que siempre les faltaba de todo. Mi madre, a veces,
cocinaba Wickelnudel sin carne. Le agregás dos o tres zanahorias. Una o dos
cebollas, de acuerdo al tamaño. Eso lo vas a ver a medida que las vas cortando.
Algunas papas. Unas pizcas de condimentos. De los que más te gusten, para que tome
rico sabor.
-Uh! Pero así es muy difícil,
abuela -se quejó la nieta. Cómo voy a saber cuál es la cantidad necesaria de
cada cosa, si nunca preparé una salsa en mi vida.
-Ya vas a aprender -Camila. Ya
vas a aprender. Paciencia.
Camila no estaba tan convencida.
La abuela se desenvolvía con tanta seguridad.
-Ahora a preparar la masa
-exclamó la abuela.
-Sí! -los Wickelnudel!
La abuela limpió bien la mesa,
primero con un trapo húmedo y luego seco. Espolvoreó un poco de harina y
mientras elaboraba la masa, explicaba:
-Arrojás un montoncito de harina
bastante generoso. Le agregás levadura. Una pizca de sal. Uno o dos huevos. Un
poco de leche. Unís todo y amasás. Una vez que tenés una masa homogénea la
ponés sobre la mesa y la aplanás con el palo de amasar. La enrollás. La untás
con aceite. Y la cortas en rollitos de unos cinco centímetros, más o menos. Y
finalmente, la dejás reposar durante un rato.
-Me quedó reclara -comentó la
nieta con una sonrisa de joven para nada conforme con la explicación. Es
imposible que yo haga eso. Uno o dos huevos, tres o cuatro cebollas, más o
menos un kilo de harina y no sé qué más!
-No! Un kilo no! -corrigió la
abuela. Es demasiado.
-Y después? -preguntó la nieta.
-Paciencia, Camila. En la cocina
todo se hace con mucha paciencia y tiempo, para que las cosas salgan ricas.
Pero te cuento: después de que hayan pasado unos minutos, colocamos los
Wickelnudel sobre la salsa de carne y verduras que preparamos en la olla, que
no tiene que ser muy líquido porque la masa se tiene que cocinar al vapor. Si
es muy líquido tenés que retirarle un poco de jugo. Colocás los Wickelnudel y
los tapás. Se cocina sin quitar la tapa de la cacerola a fuego muy bajo.
-Parece tan fácil cuando te miro
mientras los preparás y, sin embargo, es tan difícil. No a todo el mundo le
salen los Wickelnudel tan ricos como a vos. Quedé mareada con todo lo que
hiciste. Es un lío las cantidades y las proporciones.
-No te preocupes -la consoló la
abuela y fue a la pieza a buscar un regalito envuelto en papel de librería.
Qué raro! -pensó la nieta. La
abuela yendo a una librería. Justamente ella, que solamente leía la Biblia y,
de vez en cuando, algún diario local que le prestaba la vecina. Ella prefería
la radio como soporte informativo. Allí también se enteraba quién fallecía en
el pueblo.
-Es para vos -dijo sonriente la
abuela.
-Para mí? -preguntó desconcertada
la nieta.
-Sí, Camila. Abrilo. Hay que
romper el papel porque trae suerte. No te olvides.
Así lo hizo la nieta. Y descubrió
el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga", del escritor
Julio César Melchior.
La nieta lo ojeó. Sus ojos se
iluminaron. Abrazó a su abuela fuerte, muy fuerte, estampando un beso sonoro en
la mejilla.
-Es para que aprendas a cocinar
nuestras recetas. Hay más de ciento cincuenta. Explicadas paso a paso. Es un
muy buen libro, que rescata nuestras comidas. Te va a encantar.
-Gracias! Gracias! Gracias! Sos
un amor, abuela! Estás en todos los detalles.
La
abuela emocionada empezó a limpiar la mesa, para que su nieta no se diera
cuenta que estaba a punto de llorar de alegría. (Autor: Julio César Melchior).