“Los niños de las
colonias esperábamos la llegada de la Navidad, en especial la Nochebuena, en un clima que nos mantenía inmersos entre la congoja y la felicidad. La congoja porque todos, sin excepción, sabíamos que desde alguna remota región arribaría el Pelznickel y que entraría a nuestro hogar golpeando sus cadenas y lanzando al aire sus guturales y estentóreos gritos: vestido con un sobretodo oscuro, desaliñado, barba enmarañada, para recriminarnos las travesuras cometidas durante el año y revisarnos las uñas. Y felicidad, porque también aguardábamos la llegada del Chriskindle que, por el contrario, nos bendecía con su remanso de felicidad: era como un hada buena representando al Niño Jesús que nos trataba con cariño y nos llenaba las manos de golosinas.
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Der Pelznickel
Por
las calles oscuras,
en
la Nochebuena,
va
de casa en casa,
el
Pelznickel.
Un
colono disfrazado
con
el Pelz del abuelo,
de
la época de la arada,
cuando
caían las grandes heladas.
Sus
gritos guturales,
su
arrastrar de cadenas,
asusta
a los niños,
que
lo aguardan llenos de miedo.
Porque
ya en la casa,
los
hace arrodillar,
sobre
granos de sal,
para
sus travesuras expiar.
Y
los obliga a rezar,
una
y otra vez,
mientras
los pobres niños,
lloran,
aterrados, sin parar.
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En Nochebuena asistíamos a la Misa de Gallo, donde cantábamos el Stille Nacht y el Grosser Gott, y a su regreso toda la familia se sentaba alrededor de la mesa, rezábamos el Padrenuestro y cenábamos. Finalizada la cena bailábamos valses y polcas y el 25 al mediodía se reunía la gran familia, padres, abuelos, nueras, yernos, nietos, un mundo de gente, para degustar cosas navideñas preparadas en el hogar. Era una fiesta muy hermosa”. (De los historiadores Popp – Denig – Seitz – Brendel)
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¡Das Christkindie kommt!
¡Ahí viene! ¡Ahí viene!
El niño Jesús
caminando por las calles
de la humilde colonia.
Va vestido de blanco,
las manos llenas de golosinas,
a visitar a los niños,
a consolar sus corazones.
Llega después del Pelznickel,
a secar las lágrimas,
que el viejo barbudo
hizo brotar con sus cadenas.
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La celebración de la Navidad en las aldeas del Volga, en Rusia
La celebración de la Navidad en las aldeas Volguenses –cuentan los historiadores Popp y Denig- fue siempre la recordación festiva más importante y más esperada del año; ya sea por su significado y motivación o por coincidir con una fecha en que la gente estaba más desocupada de las obligaciones del campo. Por ocurrir en pleno invierno, toda la población se mantenía en su hogares y todos tomaban parte activa de la celebración; las representaciones alusivas al nacimiento del Niño Dios en las iglesias se revestían del máximo esplendor. Los niños tenían una especial intervención y recibían un regalo peculiar; era también motivo para lucir vestimentas nuevas.
Previamente a dicha fecha se limpiaban a fondo y pintaban todas las piezas de la casa y el grupo familiar reunido realizaba su propia instalación del “Nacimiento de Jesús”, de acuerdo a las costumbres y tradiciones; la Navidad en el Volga tenía la virtud de reunir lo más excelso del espíritu cristiano –el nacimiento del Salvador- con lo temporal , expuesto en la fiesta misma, en los regalos para premiar el comportamiento de los niños, la exhibición de los mejor de la casa y el lucimiento de la vestimenta, zapatos, sombreros, etc. Navidad significaba la fecha cumbre y divisoria del año, antes y después de Navidad.
La celebración de la Navidad en los pueblos alemanes de antaño, en Argentina
La fiesta comenzaba a medianoche con la Misa de Gallo (Mette, en dialecto), por supuesto, sin la clásica comilona moderna, ya que por ese tiempo la Iglesia era mucho más rigurosa y señalaba la víspera de Navidad con ayuno y abstinencia, que era cumplida rigurosamente por todos los habitantes de las colonias –recuerda el Padre Brendel.
En la oscuridad aparecía la iglesia rodeada de farolitos chinescos encendidos, que llenaba el ambiente de alegría, y allí, en la media luz de las velas y lámparas de kerosén, se cantaban los cánticos consagrados y comulgaba toda la población.
El tiempo anterior a la misa nocturna tenía su complemento propio –prosigue en sus memorias el Padre Brendel. Llegaba el Chriskindle (el Niño Dios), simbolizado por alguna muchacha vestida de hada y sacudiendo a falta de campanillas un cencerro campero y penetrando en los ya prevenidos hogares. La dulce figura impresionaba hondamente a los pequeños; pero la cosas cambiaban cuando repentinamente irrumpía en la habitación el Pelznickel (Nicolás el velludo), representación del demonio –al decir del Padre Brendel- molesto por el advenimiento del Salvador, quien envuelto en pieles y arrastrando una cadena de las de tiro, acusaba de faltas previamente conocidas, a los pequeños, los que eran defendidos por el hada navideña y arrojado el Pelznickel, quien se iba entre rugidos y golpes de cadena. La escena terminaba con reparto de golosinas que consolaban a los infantes del rato del Pelznickel.
Y así, por las calles de las colonias, llegaba el Christkindle, acompañado por un farol a kerosén, y a una media cuadra detrás, escandalizando a toda la comunidad con sus rebuznos golpes de cadena, venía el Pelznickel… sudando bajo un sobretodo del tiempo de la arada, lleno de lana y peletería.
Navidad alemana del Volga
La estrella de Belén
ilumina el cielo
y las campanas de la iglesia
llaman a misa de Gallo.
Es Nochebuena
en el mundo
y en la colonia
los feligreses rezan.
Unidos en familia
frente al altar
y al humilde pesebre
donde duerme el niño Jesús.
Luego irán a casa,
se sentarán a la mesa,
alrededor de la Biblia,
y el padre leerá.
Mientras fuera se escucha
el ruido de cadenas,
y el rugir de voces,
que anuncian al Pelznickel.
Navidad de los colonos
alemanes del Volga.
Tradiciones ancestrales
de nuestros abuelos.